Un texto de Francisco Moreno sobre Notlallo

Totomoxtles cual flores que cobijan corazones de barro, granos de maíz, discretas cenefas y grecas, la diosa de la luna protege una tablilla de arcilla que conserva residuos de nuestro pasado, mazorcas ocres y blancas en fondos de chocolate; huellas de olotes y semillas de vida, la vida trasmuta nuestro cuerpo y nace la tierra: Notlallo.

Del cielo cual lluvia en hilos móviles aparecen vestigios ancestrales de múltiples razas de maíz, un cumulo de arcilla michoacana se transforma en testigo de nuestro pretérito, el rastro de las tablillas son guía y nuestro pasado milenario hace llover granos secos color amarillo, gotas de oro; un río hecho de maíz alimenta las manos de Elizabeth, ella trastoca su linaje para hacer del origen, presente.

En una pequeña sala se yergue una gran exposición. El aposento que la recibe es una antigua casona con más de 400 años, un museo dedicado al arte indígena contemporáneo enaltece nuestras raíces, y en ella aparecen vasijas, comales y metates. El sábado pasado subí a la habitación que abrió sus puertas al magnífico trabajo de Elizabeth Ross.

Cuando llegué, el espacio lo habitaban tres mujeres y un hombre, inevitable que nuestras miradas no se cruzaran, el silencio me dio la mano y recorrí una a una las piezas de esta muestra. Al poco tiempo arribó quién construyó una grandiosa exposición en la misma casona: “En Cuentepec barro se dice Sokitl”. José Valtierra abrazó a una mujer, y yo me escondí entre las lianas de tablillas de maíz; es tan grato hallar a los amigos entre tanta belleza que nos estrechamos con afecto, y ahí, entre visitas y amigos conocí a Elizabeth.

Del saludo y su delicada presencia pasamos al diálogo, a la historia, a los veinte años que tiene esta muestra que hoy se renueva. Notlallo es una exposición instalación “basada en mitos prehispánicos y particulares, decantados por largos años de búsqueda y hallazgo”. Las manos de Elizabeth crean, transforman, resignifican, son agua y tierra, arcilla y mazorcas, dioses y mitos, miradas y huellas.

Conocer a Elizabeth a través de su trabajo fue el mejor regalo el sábado pasado, qué mejor que escucharla narrar su quehacer, sus proyectos, sus viajes, las andanzas de ella son tantas que este encuentro fue apenas el inicio de un camino que espero recorrer cercano a ella.

El Museo de Arte Indígena Contemporáneo de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos es una maravillosa alternativa para disfrutar una mañana en Cuernavaca. No dejen de visitarla, y en breve les cuento mis impresiones de la muestra que curó Valtierra, la riqueza del barro de Cuentepec.

Francisco Moreno. 05.09.2022

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