Notlallo en Cuernavaca

Me inicio como ceramista durante 1976, cuando aprendí a amasar en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. A partir de entonces he caminado por el arte con mis propios medios, aprendiendo de aquellas personas dedicadas por tradición a la alfarería, ya que he vivido en pueblos alfareros, y también de artistas; y aunque la maternidad y un aislamiento geográfico circunstancial retrasan mi profesionalización, mi propio hacer e investigación con el barro producen un estilo libre y único en mi cerámica, que deviene naturalmente escultórica.
No es hasta 1990 que presento mi primera exposición individual en la Casa de Cultura de Valle de Bravo, donde establecí la primera galería exclusivamente enfocada en el arte del barro y donde organicé las primeras exposiciones con otros artistas, como Jorge Wilmot, Graziella Díaz de León y Gustavo Pérez. En 1994 presento 134 piezas en Ciudad Profunda –dedicada al querido Guillermo Bonfil Batalla– en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce en Morelia, Michoacán, misma que itineró por el país durante tres años gracias al interés del INBA.
Algo que caracteriza mi obra cerámica es que surge de narrativas particulares que se resuelven en series mostradas como instalación. Participé en Solo un guiño, escultura mexicana en cerámica que se presentó en la ExpoLisboa 98, curada por Ingrid Suckaer con una pieza de 5 unidades; en la I Bienal Olga Costa de Pintura y Escultura, en la II Bienal de Arte en Cerámica y en De la Misma Tierra, Salón Nacional de Cerámica que se efectuó en Monterrey.
Mujer, una cosmogonía, El camino de la memoria, Blanco Desnudo, Piedras de Luna, Translated (resultado de una residencia en el Centro Banff para las Artes con una beca del FONCA), En manos de Diana, Notlallo, mi cuerpo, mi barro; Manos de Bruja, Relatos de la Travesía: Tierra Viva, Reina de Corazones: conjuros de amor, Corazón abierto – qué cosa es el amor, Ruptura, las últimas cerámicas, son algunos de los títulos de exposiciones individuales realizadas principalmente en mi taller TresCaña en Morelia, antes de emigrar por varios años a Europa en 2009, donde trabajé con porcelana y barros locales.
Notlallo fue hecha en una etapa muy complicada de mi vida, a inicios de este nuevo siglo. Fue una obra sobre nuestra cosmogonía e identidad, resuelta en piezas múltiples. Ya para entonces había expuesto en todas las sedes posibles de Morelia, y quise que esta obra dialogara con las piezas arqueológicas del Museo Regional Michoacano, donde se encuentra parte de la arqueología michoacana. Tuve el honor de inaugurar con el poeta Juan Bañuelos, que hizo un poema sobre la obra. De ahí se fue a exhibir a San Antonio en la Casa de México, y a Indiana, a la galería de su Universidad en Kokomo. Y se perdió.
En realidad la SRE dejó de moverla y quedó al resguardo en una de sus bodegas y yo, ya en otra dinámica, dejé pasar el tiempo, además de que las bodegas cambiaron de dirección, por lo que le perdí la pista. Hice otras exposiciones, me diversifiqué y fui jurado en uno de los concursos de alfarería sin plomo de Capula, Mich., poblado donde obtenía el barro en polvo para trabajar, y donde doné mi horno y todos los materiales y herramientas cuando migré. No fue hasta que volví a México en 2014 que me decidí a encontrarla. Para eso, pedí un espacio en el Museo de Arte Popular, y esto fue lo que inició el segundo y hasta ahora muy exitoso segundo aire de Notlallo, además de que en el camino la colección original se ha ido desintegrando, por suerte.
En el 2020 el Museo del Pueblo de Guanajuato lo albergó como parte del 48 Festival Internacional Cervantino, con el título de Maíz nuestro de cada día, un diálogo entre el ayer y el hoy en torno al maíz, quedando en Guanajuato varios meses. De ahí se fue al Museo de Arte e Historia de Guanajuato en León y hoy ha llegado a Cuernavaca para montarse en el MAIC, convirtiéndose en mi primera individual en mi nueva ciudad, y donde toma forma de ofrenda abierta a la fuerza de la vida que nos hace ser.
Escribo todo esto para contar la historia y porque ya no me puedo llamar ceramista, puesto que dejé de hacerlo desde que volví de Banff, cuando mi práctica artística se diversificó hacia la multidisciplina, pero aunque no tengo ya taller, el amor que le tengo al barro es perenne y seguiré propagando el conocimiento sobre la alfarería y la cerámica mexicana en talleres (si es posible), seminarios y conferencias, como lo he hecho tanto en museos como centros ceramistas en México, Europa y en el Instituto de Bellas Artes de Guangzhou, en China, donde tengo amistad cercana con ceramistas que me introducen a la gran maestría y diversidad de sus técnicas ancestrales. Además, continúo como artista invitada para impartir el Seminario de Historia de la Cerámica para La Esmeralda. Sin embargo, no sé si vuelva a producir ni cómo, y tampoco sé si Notlallo seguirá camino.
Solo la diosa yoruba de la cerámica hecha por mujeres, Iya Mapu, lo sabe.
