Curaduría
Lili Sun: hecha de barro
Nacimos de la tierra y nuestras manos estaban cubiertas de barro. Con barro pintamos nuestros cuerpos como protección contra el misterio. Con barro construimos nuestro refugio y con barro nos curamos. En un cuenco de barro seco hicimos las primeras ofrendas y con nuestra memoria, fresca como el barro, contamos nuestra historia.
Cuando la diosa Nvwa, la de cola de serpiente, decidió crear la humanidad, amasó una mezcla de tierra y agua y con el barro resultante formó los cuerpos de las personas del otro lado del mundo. En la selva lacandona, la pareja divina se repartió la tarea de la creación y de su barro surgieron hombre y mujer y toda clase de animales y bichos para habitar esta parte de la tierra. De la tierra nace lo humano y a la tierra vuelve. La tierra que es madre y es tumba, que abraza, alimenta, que cobija en la vida y en la muerte.
Sobre la tierra nos movemos, migramos como los pájaros, las mariposas y los bisontes, cambiamos el paisaje que nos cambia. Somos cada vez distintas y los mismos frente a otras montañas, otros mares. La vegetación muta a nuestro paso y ya no es como era ayer. O ya no está. O ya no es. El grano cae y muere para renacer en mazorca, en árbol, en tigre. Porque es mentira la muerte para la tierra, aunque el barro se seque y se desmorone.
Lili Sun, como tú y como yo, fuimos creados con barro. La obra que nos presenta habla de la tierra, la suya en el norte de China y la nuestra que también es suya, sabiendo que lo que ha dejado atrás vuelve siempre de maneras misteriosas y entrañables. Habla del invisible cordón que la une, de la memoria y del amor, del camino recorrido hasta llegar a verte y dejar que la mires.
Somos una misma tierra.
Elizabeth Ross